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Crisis: ¿Es la caída del PBI el mayor costo?

El PBI del país viene cayendo a una tasa anual de dos dígitos y se espera que el año concluya con una caída de ese orden de magnitud.

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Crisis: ¿Es la caída del PBI el mayor costo?

Esta será una recesión después de 21 años de crecimiento continuo y, si supera la caída de 12% de 1989, se tendría la mayor recesión desde que se estima el PBI, desde 1950. La gravedad del tema es tal que algunos economistas estiman un crecimiento de la pobreza de 8 puntos porcentuales. ¿Es esto lo más grave?

Con todo lo grave de los estimados del primer párrafo, estos no reflejarían la real dimensión de la crisis. Desde el punto de vista económico, la gravedad de esta crisis, si los estimados se dan, se reflejarían, principalmente, en dos temas: pérdida de riqueza (no captado por el PBI) y pérdida social. La pérdida de riqueza, entre otros, tiene que ver con la quiebra de empresas que, bajo condiciones normales, eran rentables. Esta pérdida significaría pérdida de capital, de know-how, de mercados internos y externos, de puestos de trabajo, etc. Todo esto implicaría menor capacidad de producción de los años subsiguientes. A pesar de la importancia de esta pérdida, en esta nota nos centraremos en el segundo tema, el de la posible pérdida social, que consideramos sería de mayor envergadura.

La posible pérdida social tiene múltiples dimensiones, concentrémonos en el que estimo más importante, la posible reversión del gran crecimiento y transformación de la clase media en el Perú, la cual era prácticamente inexistente antes del crecimiento de las últimas décadas.

El titular del diario El Comercio del 16 de mayo de este año reporta, según estudio del INEI, que en el trimestre de febrero a abril del 2020: “En Lima 1’216,600 personas perdieron sus empleos”, precisando en un subtítulo que el más afectado fue el sector formal con 939,200 nuevos desempleados. ¿Qué significa esta cifra? ¿Cuál es su lado humano? ¿Cuál es su lado social? ¿Qué implicancias tiene para el país?

Desempleado es todo aquel que no tiene empleo, pero está buscando activamente uno. Se tiene una gran masa de individuos que quieren trabajar y producir bienes y servicios para toda la sociedad, pero no encuentran trabajo para materializar esto. Desde el lado del desempleado, se tiene a un individuo sin ingresos con el consiguiente perjuicio en el bienestar social y emocional. Pero esto no es todo, detrás de todo desempleado, en la generalidad de los casos, se tiene una familia, cónyuge e hijos, que tendrán que padecer problemas que, en nuestro país, tienen que ver con temas que comprometen la sobrevivencia misma. Asimismo, piénsese en los temas de desarrollo cognitivo en el caso de niños menores, con implicancias serias para su futuro, para su capacidad para contribuir con el país cuando sea adulto y en la afectación del número de años de vida esperado (estos temas fueron el real costo de la crisis de la segunda mitad de los 80s y primeros años de los 90, costos que, a nivel país, aún los sufrimos).

La gran mayoría de los desempleados provienen de la clase media, lo cual es particularmente funesto. El gran cambio positivo del país, como consecuencia del alto crecimiento de las últimas tres décadas, fue el surgimiento de la clase media. La clase media es un tema central para la formación de una sociedad, para darle equilibrio al sistema político, empujar el crecimiento económico, etc. Es una clase pujante que genera modernidad, emprendimiento, innovación, etc. Esta es una clase que se formó con mucho sacrificio, grandes esperanzas y expectativas. Lo peor que nos puede pasar, desde el punto de vista social, es una reversión en el crecimiento de la clase media, sería un retroceso de décadas de crecimiento.

Estos desempleados de la clase media, un gran porcentaje, son individuos que con mucho sacrificio emprendieron un proceso de progreso dándole una mejor educación a sus hijos en mejores colegios (ver las actuales protestas de los padres de familia solicitando rebaja en los costos escolares), se endeudaron para adquirir departamentos en mejores lugares en donde vivían, adquirieron a crédito autos y otros artículos que la modernidad los transformó en necesarios, etc. Todo esto guiados por el crecimiento de la economía y perspectivas de progreso económico y mejores ingresos en el futuro. Décadas de esfuerzo se pueden esfumar por eventos y decisiones de las autoridades en este y el próximo año.

¿Cuántos sueños frustrados? Gente que, en el Perú de antes del crecimiento de las últimas décadas, pensaban que pertenecían a una clase baja y que él, su familia y sus generaciones siempre iban a estar en esa clase baja, sin expectativa de progreso alguno. De repente, gracias al crecimiento económico, todo esto cambió, sí se podía progresar; sus expectativas cambiaron, de la noche a la mañana sintieron que sí podían progresar. Muchos aún seguían en las clases baja, pero mentalmente ya se sentían en la clase media. Todo este fenómeno produjo un cambio en el tema central de la sociedad, en los individuos de la misma, en sus niveles de autoestima y confianza, retroalimentando el mismo proceso de crecimiento económico, generando un círculo virtuoso. Esta pérdida debe evitarse a todo costo.

También el artículo de El Comercio reporta que el 31% de los nuevos desempleados estaban vinculados con la pequeña empresa (1 a 10 trabajadores). Muchos de estos individuos fueron los mismos pequeños empresarios que trabajaban en la empresa, empresa que crearon, con gran esfuerzo y grandes expectativas. La crisis significaría sueños esfumados, con grave perjuicio para el país y su futuro.

Estos costos sociales son los verdaderos costos que una crisis de este tipo generaría y que hay que evitar. Desde el punto de vista económico y social, el éxito en el manejo de la crisis tiene que ver con evitar estos costos. Evitar la reversión del círculo virtuoso de crecimiento económico, crecimiento clase media, mayor demanda, mayor producción, crecimiento de la clase media, etc.

Si desea comunicarse con el profesor e investigador Sergio Chión, escribir a sjchion@pucp.edu.pe

CENTRUM PUCP se reserva sobre las opiniones personales presentadas en este artículo.